LA ESPIRITUALIDAD Y LOS VALORES EN TIEMPOS DE CRISIS



La espiritualidad implica la realización de las virtudes. Platón decía que la “virtud” era una actuación bondadosa que el ser humano realizaba por el sólo gozo de ese actuar.

La humanidad ha buscado a Dios desde que el primer hombre puso sus pies en este planeta azul, y por ello nacen las religiones que dan una interpretación de Dios; sin embargo, la espiritualidad viene a ser la realización del ser interior que es toda virtud, esto es, pensar, sentir y actuar con todas las cualidades divinas, que se desarrollan mediante la transformación de valores permanentes imperecederos que son las virtudes, y que le permiten al ser humano un brillo espiritual, que lo hace actuar, sentir y pensar luminosamente.

Dios dotó al ser humano de dos vehículos para su evolución: El cuerpo físico, formado por dos capas o envolturas; la primera de material sólido, líquido y gaseoso que requiere una sana, depurada y nutritiva alimentación. 

La segunda envoltura es el cuerpo energético o vital, que forma  parte también del segundo cuerpo, llamado astral, que a su vez, tiene tres envolturas. La primera antes mencionada La segunda envoltura del cuerpo astral es el “mental”, que es el sitio de los pensamientos y emociones (alegría, coraje, depresión, desilusión, deseo, amor, duda). Es  fundamental  lo  que se  piensa  para  tener como resultado lo que se siente. Una tercera envoltura es el “intelectual” donde está el ego y el intelecto.  En éste tenemos el discernimiento y aquí se toman las decisiones cotidianas. Los dos cuerpos están “sobrepuestos”, y tienen diferentes  niveles de vibración desde lo más denso a lo más sutil. Un tercer cuerpo es el espiritual, que es su verdadera esencia, y para el que no existe ni el tiempo, lugar, ni espacio.

Así, tenemos los seres humanos un cuerpo astral, en el que se localizan siete centros principales de energía, denominados chakras, que reúnen el cuerpo emocional, el mental, y sirven de puente entre el cuerpo físico y el espiritual, los cuales se localizan a lo largo del eje céfalo-raquídeo (desde la cabeza hasta el coxis).
Los primeros cinco chakras vórtices de energía están sobre la columna vertebral y corresponden a los cinco elementos de la naturaleza: el éter, el aire, el fuego, el agua y la tierra; y a los cinco sentidos del plano físico: el oído, el tacto, la vista, el gusto y el olfato. 
El sexto chakra (el del tercer ojo) está relacionado con la hipófisis y el séptimo chakra está relacionado con la pineal, y en relación con el plano espiritual.
Los siete vórtices de energía o chakras tienen  siete  frecuencias  vibratorias  distintas, y al igual que la energía tienen una vibración que se puede relacionar con los siete colores del espectro solar, con las siete notas de la octava, y en el plano físico, con el sistema endocrino.  Representan la fuente de energía que alimenta cada una de las cavidades del cuerpo humano, y permiten el armónico funcionamiento de todos sus sistemas.  Si uno o varios de los chakras están perturbados distribuyen menos energía a los órganos, y esto desencadenará mas tarde o mas temprano problemas o disfunciones orgánicas.

El ser humano a diferencia de los animales tiene la voluntad para transformar sus defectos en virtudes, para lograrlo cada vórtice de energía o chakra representa una cualidad o virtud sobre la que tiene que trabajar para armonizar sus tres cuerpos.

En los tiempos actuales, en que pareciera que el ser humano cada vez está peor, y menos evolucionado, porque vemos una sociedad en crisis de valores; problemas graves de violencia, homicidios; graves problemas  que ha generado el narcotráfico; sin embargo, lo cierto es, que como toda crisis, genera un restablecimiento, así la humanidad, está transitando en un momento de  “sanación”, para que brille la luz del espíritu que en cada ser humano habita, y por ello, resulta necesario para ese avance evolutivo de la sociedad los valores trascendentes, que son las virtudes, que cuando el ser humano las trabaja y las lleva a su vida cotidiana, se vuelve cada vez mejor persona.

La máxima de “Amaos los unos a los otros” se traduce en el amor a Dios; el amor al prójimo; la comprensión hacia las demás personas, la tolerancia. El amor a Dios es amor y respeto hacia la humanidad, respetar sus ideas, respetar significa comprender al hombre, significa respetar a tu hermano en su forma de sentir y de pensar, significa un respeto hacia todas las personas. Esta virtud nos permite estar saludables y felices con la vida que vivimos. El verdadero amor nada pide a cambio, todo lo da, es renunciante, es abnegado, se parece un poco al amor de la madre por sus hijos. Necesitamos los seres humanos, vibrar con el amor, primero hacia nosotros, y después proyectarlo hacia las demás personas.


Lic. Amparo Verdugo Palacios

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